Conducir con lluvia no es lo mismo que hacerlo en seco, y eso lo aprendemos rápido al sentarnos al volante un día de tormenta. Lo que parece una simple llovizna puede convertirse en una situación crítica si no se toman las precauciones adecuadas. A lo largo de los años, y tras muchas horas de carretera —algunas bajo auténticos diluvios— sabemos que conducir con lluvia no es solo una cuestión de técnica, sino de actitud, atención y preparación.

La visibilidad al conducir con lluvia: ver y ser visto

En cuanto cae la primera gota, lo primero es encender las luces. Las de cruce, no las de posición. No para ver mejor, que también, sino para que los demás te vean. Hay días grises en los que la visibilidad se desploma y un coche sin luces es prácticamente invisible hasta que lo tienes encima. No se trata de algo opcional: es una cuestión básica de seguridad vial.

Además, el limpiaparabrisas debe estar en perfecto estado. Más de un alumno se ha dado cuenta tarde de que las escobillas estaban deterioradas, y cuando eso ocurre ya es imposible ver bien. También es fundamental mantener el climatizador encendido para evitar que se empañen los cristales. Activar el desempañador del parabrisas no solo mejora la visibilidad, sino que evita maniobras peligrosas por falta de visión clara.

Adherencia, frenado y distancia de seguridad

El agua sobre el asfalto reduce la adherencia de los neumáticos, y eso significa que la distancia de frenado aumenta. Este es uno de los primeros factores que debemos tener en cuenta al conducir en días de lluvia. Por eso, siempre insisto en que hay que mantener una distancia de seguridad mayor que la habitual, incluso aunque parezca que vas despacio.

Conducción defensiva y sin prisas. Porque la prisa no tiene cabida. Adaptar la velocidad a las condiciones del asfalto no es ir lento porque sí, sino ir acorde a la realidad de la carretera. Y cuando llueve, el asfalto habla… y hay que saber escucharlo.

El aquaplaning y cómo reaccionar

Uno de los fenómenos más peligrosos al conducir bajo la lluvia es el aquaplaning. Los charcos son traicioneros. A veces parecen pequeños, pero pueden esconder un bache o provocar aquaplaning si los atravesamos demasiado rápido.

Cuando notamos que las ruedas comienzan a perder contacto con el suelo y el coche se desliza, enseguida levanto el pie del acelerador sin girar el volante bruscamente ni frenar de golpe. Esa calma, esa respuesta suave, es lo que intentamos transmitir siempre. No hay que luchar contra el coche, sino dejar que recupere el agarre progresivamente.

Preparación del vehículo para conducir bajo la lluvia: neumáticos, frenos y escobillas

Una revisión técnica a tiempo puede evitar un accidente. Los neumáticos son nuestro único punto de contacto con la carretera, y su estado es aún más crítico en condiciones de lluvia. La profundidad del dibujo debe ser la adecuada para evacuar el agua y mantener la tracción.

Igualmente importante es el estado de los frenos y del sistema de climatización, así como comprobar que las escobillas del limpiaparabrisas están en buen estado. Como mencionaba antes, más de un alumno ha aprendido esto de la forma difícil: sin visibilidad no hay margen para errores.

Consejos clave para conducir bajo la lluvia

A modo de resumen, estos son los puntos clave que siempre tenemos que tener presentes:

• Encender siempre las luces de cruce, aunque sea de día.

• Reducir la velocidad incluso más de lo que parece necesario.

• Aumentar la distancia de seguridad más de lo habitual.

• Revisar el estado de neumáticos, frenos y limpiaparabrisas.

• Evitar maniobras bruscas y frenar con suavidad.

• Estar muy atentos a los charcos y a la posibilidad de aquaplaning.

• Mantener la calma y la concentración en todo momento.

Escuchar a la carretera

Más allá de los consejos técnicos, hay algo que se aprende con la experiencia: en días de lluvia, hay que aprender a escuchar el asfalto. Conducir con calma no es ir despacio por sistema, es adaptar la velocidad a lo que la carretera y las condiciones te piden. A veces el mayor riesgo no es el agua, sino la confianza excesiva. Conducir en condiciones adversas exige respeto, atención y mucha más empatía con el entorno.

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